La comunicación se define como el intercambio de la información entre varias partes, con el fin de transmitir o recibir ideas, opiniones o pensamientos. Sin embargo, se debe entender que el concepto no solo refiere a un proceso único, jerárquico y unidireccional establecido, sino que también se enfoca en un modelo participativo que involucra las partes en el marco de la multiplicidad, promoviendo la identidad cultural y la participación sin barreras.
Para abordar el proyecto “Maloka se renueva” iniciamos con un breve comentario acerca de la identificación. En primer lugar, es fundamental hacer la aclaración que dentro de la identificación corporativa existen dos planos: “marca” como identificador visual de una institución, y “marca” como el conjunto de los atributos asignados a la institución.
La economía política de la comunicación estudia las relaciones sociales frente a las relaciones de poder a través de la producción, distribución, circulación y consumo, en América latina se centra en el acceso y democratización de políticas públicas y la crítica a los dispositivos de control o de hegemonía que han marcado las industrias culturales, las relaciones y mediaciones que surgen entre la comunicación y la cultura, los diálogos existentes entre sí y las rupturas que se dan a partir de la hegemonía.
Una de mis actividades en la lista “por hacer” finalmente quedó marcada como hecha. En tiempos de cuarentena terminé el curso Comunicación para el Desarrollo Rural de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura).
Uno de los sectores que más impulsa a la economía actual, el de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, requiere profesionales con determinadas habilidades blandas. Entre las más solicitadas están: facilidad de comunicación, escucha activa y asertividad.
Un proceso creativo suele ser una serie de acciones coordinadas que de acuerdo con Graham Wallas en El arte del pensamiento es “el ejercicio de análisis mental cuyo fin último es comunicar”; se ejecuta de maneras distintas y en ocasiones resulta de ideas concebidas desde la espontaneidad del individuo, por cuyas habilidades se ha de perfilar como un creativo innato.
Puede argumentarse que el valor de un objeto equivale al precio que el comprador está dispuesto a pagar por él en un mercado competitivo. Este precio depende a su vez de factores como la escasez y los recursos necesarios para producir y transportar el objeto en cuestión. Pensadores como Marx sostenían que el valor radica en la cantidad de trabajo que requiere la producción de un objeto.
Hablar de direccionamiento creativo en nuestro diseño es hablar de fantasmas. Algunos lo ven, otros tienen pruebas no tan convincentes y hay quienes definitivamente no van a creer en él.